Todos quedamos impresionados por la crueldad de todo lo que están viviendo en estos momentos los más de 180.000 refugiados que viven en un campo que estaba pensado para 60.000 personas. Hacinamiento, con las mínimas condiciones de vida higiénicas, sin apenas asistencia médica, violencia, tráfico de órganos, niños huérfanos, miedo constante, etc. Sin duda, un infierno.
Su trabajo como psicólogo clínico y sacerdote consistió en escuchar, en dar consuelo y en ayudar en todo lo que se podía; así hasta 13 horas diarias.
Sin embargo, según nos relató, el agradecimiento de los refugiados, una sonrisa, una esperanza que se depositaba en uno de ellos, la ayuda para salir del campo a aquellos que así lo pedían, le suponían la mejor recompensa posible; el cielo, visto desde los ojos de aquellos que lo han perdido todo y que se sienten reconfortados con tan solo un abrazo o una escucha afectiva, una paz interior.
Nos hizo reflexionar sobre la vida que llevamos aquí, sobre las comodidades que disfrutamos y, sobre todo, de lo olvidados que tenemos a todos aquellos hermanos que tanto están sufriendo las consecuencias de una guerra innecesaria, en la que ya nadie sabe quien es el enemigo y todo se ha convertido en una sinrazón.
Finalizó la charla con una invitación a escuchar unas canciones en las que se clama a la solidaridad con los desesperados.
Escuchando "Si bastasen un par de canciones" de Eros Ramazzoti |
Muchas gracias, Livio, por acercarnos a la realidad de la dureza de la guerra en Siria.
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