domingo, 12 de abril de 2020

DOMINGO DE RESURRECCIÓN


DOMINGO DE PASCUA:
¡RESUCITÓ! ¡ALELUYA!
  


JUAN  20,1-9

El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas, fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada. Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo: Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
Salió entonces Pedro y también el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo se adelantó, corriendo más de prisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Asomándose vio los lienzos aplanados; sin embargo, no entró.
Llegó también Simón Pedro siguiéndolo, entró en el sepulcro y contempló los lienzos aplanados, y el sudario, que había cubierto su cabeza, enrollado en su sitio. Entonces, al fin, entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio lo que había pasado y creyó.
Es que aún no habían entendido aquel pasaje donde se dice que tenía que resucitar de la muerte.


RESUCITÓ

RESUCITÓ Jesús de entre los muertos.
Quedaron los sepulcros boquiabiertos:
Que madrugó su luz más que la aurora.
Nadie sabe ni el sitio ni la hora.
Están alborotando las campanas
y bailan las estrellas más lejanas.
Se escuchan los balidos mañaneros
que cantan la victoria del Cordero.
Del Cordero que abrieron en canal
y ahora vuelve con júbilo pascual.
Que pasó de la muerte hacia la vida
y ganó para siempre la partida.
Y marcó con su gloria nuestras puertas
que estaban por la sangre recubiertas.
Y todos pasaremos junto a él del destierro
a la Patria de Israel.
Es la fiesta de la resurrección.
Demos cuerda de fiesta al corazón.


COMO EL GRANO DE TRIGO

Como el grano de trigo
que al morir da mil frutos,
resucitó el Señor.
Como flor de cerezo
que venció las escarchas,
resucitó el Señor.
Como el sol que se esconde
y revive en el alba,
resucitó el Señor.
Como pena que muere
y se vuelve alegría,
resucitó el Señor.
El amor vence al odio
y el sencillo al soberbio,
resucitó el Señor.
La luz vence a las sombras
y la vida a la muerte
resucitó el Señor.


FELICITACION PASCUAL A JESÚS

Jesucristo, resucitado, vencedor y triunfante. Felicidades!
Jesucristo, primer humano que entra en el área de Dios. Felicidades!
Jesucristo, destructor de la muerte. Felicidades!
Jesucristo, punto omega de la creación. Felicidades!
Jesucristo, Hombre Nuevo que la humanidad anhela. Felicidades!
Jesucristo, encanto y alborozo del Padre Dios. Felicidades!
Jesucristo, Hijo eterno de Dios vivo. Felicidades!
Jesucristo, restaurador de todos los vencidos, anulados y proscritos. Felicidades!
Jesucristo, Señor indiscutible del futuro. Felicidades!
Jesucristo, Jefe de nuestra comunidad que es tu Iglesia. Felicidades!
Jesucristo, amigo del alma. Felicidades!
Jesucristo, lo más simpático que el mundo ha conocido. Felicidades!
Jesucristo, ¡Viva la Madre que te dio a luz!!!


FELICITACION PASCUAL A MARIA

Reina del cielo, alégrate!
ALELUYA!
Porque el que mereciste llevar en tu seno
ALELUYA!
Resucitó tal cual lo había dicho
ALELUYA!
Ruega a Dios por nosotros.
ALELUYA!
Gózate y alégrate, Virgen María
ALELUYA
Porque el Señor resucitó de verdad
ALELUYA!



sábado, 11 de abril de 2020

VIGILIA PASCUAL



VIGILIA PASCUAL:
¡QUÉ NOCHE TAN DICHOSA!


















¡Aleluya!. Hoy este luminoso grito rompe la densa oscuridad de toda noche en todo tiempo y lugar a lo largo de la historia de la humanidad! ¡Celebramos hoy la Noche Santa! ¡La noche gozosa y festiva de la Pascua!. Durante cuarenta días nos hemos estado preparando para esta noche de gloria.
            
             Desde nuestras casas, como Iglesia que peregrina entre todas las naciones del mundo, los cristianos nos vamos a unir antes de medianoche, temblando de alegría y de emoción, para celebrar el gran acontecimiento salvador: ¡la Resurrección de Jesucristo!.
Queremos participar con Jesucristo en su paso de la muerte a la vida, para hacer realidad en nuestras vidas la Pascua del Señor: morir y resucitar con él.
            ¡Qué felicidad tan grande! ¡que noche tan dichosa! ¡qué inmensa suerte! ¡Cristo el Señor va a pasar entre nosotros glorioso y resucitado contagiando y compartiendo su nueva Vida! ¡CRISTO VIVE, HA RESUCITADO!
    
EL PREGÓN PASCUAL.

El pregón es una mezcla de bendición y alabanza al Cirio Pascual, de anuncio de la Pascua y de proclamación del acontecimiento salvador de la Resurrección de Jesucristo.  Podemos orar con el para preparar la celebración de la Vigilia Pascual…


Exulten por fin los coros de los ángeles.
Exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra inundada de tanta claridad,
y que radiante con el fulgor del rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene en este templo con las aclamaciones del pueblo.
En verdad es justo y necesario aclamar
con nuestras voces y con todo el
afecto del corazón a Dios invisible,
el Padre todopoderoso, y a su único Hijo,
nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su sangre,
canceló el recibo del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Ésta es la noche en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo,
son restituidos a la gracia y son
agregados a los santos.
Ésta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del sepulcro.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó
de entre los muertos.
Ésta es la noche de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
La noche iluminada por mí gozo.»
Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados,
lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes, expulsa el odio,
trae la concordia, doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia, acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza,
que la santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla,
porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Qué noche tan dichosa en que se une
el cielo con la tierra, lo humano y lo divino!
Te rogarnos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre, arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo,
tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.
Amén.






Queremos hoy mas que nunca felicitar de corazón a todas vuestras familias y a toda la comunidad cristiana de la Parroquia Padre Nuestro: En el nombre del Señor resucitado: PAZKO ZORIONTSUA! ¡FELIZ PASCUA! ¡ALELUYA, ALELUYA!. Vuestros presbíteros y amigos:

Antonio y José Manuel

Sábado Santo por la mañana

Oración Sábado Santo (Mañana)
1. Introducción al día
(ESCUCHAR AUDIO)

2. Texto:
Muda se ha quedado la tierra..
muda toda la creación...
mientras duerme el sueño de la muerte,
Jesús, el Señor.
Silencio de Dios.
Silencio insoportable.
Silencio para pensar y proyectar futuro nuevo.
Silencio para recorrer caminos
que parecen imposibles.
Silencio para echar a andar
en medio de la niebla
y las tinieblas.
Silencio de Dios.
Silencio. Silencio. Silencio.
Ahora que todo está en silencio, Señor,
quiero hablar, quiero hablarte.
¿Dónde está tu rostro?
¿Dónde tus palabras amigas?
¿Dónde los gestos que hacen caminar?
¿Dónde te escondes, Dios?
En este Sábado Santo
te llamo desde mi silencio,
desde mi soledad,
desde mis ganas inmensas de oír tu voz
y sentir tu cercanía.
Déjame decirte, Señor, ¿por qué callas tanto?
Me buscas con tu silencio.
Me pones en camino desde el silencio...
Yo, Señor, me quedo aquí
esperando que hables,
esperando que el silencio sea fecundo, esperando tus huellas en mi camino.
Yo, Señor, sigo esperando contra toda esperanza porque eres un Dios fiel.
Un día, cuando menos lo espere,
tu palabra regará mi silencio
y la vida brotará de nuevo.

3. Canción: ¿Quién nos va a salvar) (MODA)
Oigo a las calles respirar,
el eco del humo no se va.
Vivimos esperando, que pase algo ya.
Hasta las sombras quieren escapar, la foto ha salido mal.
Una pregunta escrita en la pared ¿quién nos va a salvar?.
Es la cadencia, de la decadencia
Es la cadencia. Autocomplacencia.
Es la cadencia, de la decadencia
Es la cadencia. ¿Quién nos va a salvar?
Dos amantes en el filo de un cristal.
No tendrás otra oportunidad.
Lo hemos tenido todo, lo hemos dejado caer.
Hasta las sombras quieren escapar, la foto ha salido mal.
Una pregunta escrita en la pared ¿quién nos va a salvar?.
Es la cadencia, de la decadencia.
Es la cadencia. Autocomplacencia.
Es la cadencia, de la decadencia.
Es la cadencia. ¿Quién nos va a salvar?

4. Meditación y reflexión (discípulos Emaús)
Jesús muerto y resucitado es la razón de ser de nuestra fe cristiana, el núcleo de nuestra
esperanza, el impulsor de nuestra lucha y compromiso con el mundo nuevo, el centro del
testimonio que queremos dar en medio de la sociedad. Pero ¿cómo y dónde experimentamos
hoy, los creyentes, la presencia de Jesús resucitado?
Muchos cristianos creen que la fe es algo que puede vivirse aparte de la vida diaria; como si
fuera un añadido a ella. Y así, buscan a Dios o a Jesús fuera del compromiso por un mundo
fraterno. No saben, o no quieren saberlo, que la fe es un encuentro con Jesús que se produce
y desarrolla en los acontecimientos de la vida ordinaria. En ellos surge la noticia de lo que
sucede. Mientras se camina, hay tiempo para reflexionarlos, interpretarlos, y asimilarlos.
Sentados no podemos llegar a ninguna parte.
El mismo día de la resurrección, dos discípulos caminan hacia la aldea de Emaús, situada a
unos doce kilómetros al noroeste de Jerusalén.
Habían perdido a Jesús, y se dispersan; dejan el
grupo de los discípulos y vuelven a su mundo
viejo, a sus ocupaciones pasadas, como si la
persona y el mensaje de Jesús hubieran sido un
simple paréntesis de ilusión en el caminar de sus
vidas.
Los dos se alejan de Jerusalén, en donde siguen
reunidos los discípulos a puerta cerrada. La ruina
de la comunidad es total. El futuro del
cristianismo está en juego. Todo va a decidirse, al
todo o nada, en las próximas horas.
Así que Jesús les sale al encuentro como un caminante más. Para su sorpresa, este súbito
acompañante no vive en la desesperanza. Está sereno y confiado. Pero ¿por qué estos dos
discípulos no pueden reconocer a Jesús, si han vivido con él los momentos más
extraordinarios de sus vidas? Porque tienen vendados los ojos a causa de lo increíble del
mensaje pascual. Encerrados en su pena, paralizados por la autocompasión, no pueden ver
nada. Ni siquiera le preguntan cómo se llama. Sólo hablan y hablan de su situación perdida.
Son ellos el centro de toda la charla. Lucas, el evangelista de la sensibilidad humana, nos
descubre el drama íntimo de aquellos discípulos de Jesús que, frente a todo pronóstico, son
incapaces de ver a Jesús, y nos insinúa que para ver al Maestro resucitado la primera
condición es ver al hombre que camina a nuestro lado. Quien no ve al prójimo, no puede ver
a Jesús.
“¿Cuál es esa conversación que os traéis mientras vais de camino?”, les pregunta el Maestro.
La pareja ha oído el anuncio de las mujeres, han visto el sepulcro vacío. Pero esto no basta
para convencerles: a él no lo han visto.

Su problema es muy serio… y muy actual. No podrán (y no podremos) ver a Jesús mientras
no modifiquen (modifiquemos) la idea que se han formado de él, mientras no comprendan
(comprendamos) lo más esencial: que su reino no tiene nada que ver con el poder, porque es
el reino del amor en el servicio. ¿Cómo lo van a reconocer, cómo lo vamos a reconocer en
ese hombre común que se les ha unido en el camino?
Los discípulos de Emaús son
la expresión de los cristianos
de hoy y de siempre, que
vivimos tantas veces
desilusionados, y
desengañados. Cleofás y su
mujer reflejan nuestra
situación actual, personal y
comunitaria, de desánimo,
oscuridad, falta de ilusión,
quejas sin búsqueda de
soluciones, huida de la
comunidad. Cristianismo éste, el nuestro también, de fáciles lamentaciones, y de constantes
incertidumbres y dudas.
Nuestra esperanza está escasamente proyectada hacia el futuro, por lo que ya no es esperanza,
sino mero cálculo humano, cerrado a la poderosa intervención divina. Vivimos, a veces, como
si el Maestro no estuviera vivo, y se nos hace irreconocible por nuestro cansancio, pereza,
aplazamientos, cobardía, o individualismo. Pero en cuanto le dejan, el Maestro empieza a
hablarles de las Escrituras.
Hemos de reconocer que los cristianos no sabemos leer las Escrituras. Conocemos
superficialmente las narraciones, pero no profundizamos en su sentido. Necesitamos volver
a las fuentes, como hizo el Maestro con aquellos dos discípulos por el camino. Necesitamos
descubrir el misterio de la existencia humana en el misterio de Jesús, que nos sitúa en el
verdadero camino humano y divino: el del amor y el del servicio, a vida o muerte.
Y llegan al término del viaje. Jesús pretende seguir caminando, pero es invitado a que se
quede con ellos. Y lo que aún no había conseguido el Maestro con sus explicaciones, lo
conseguirá con sus gestos. Al partir Jesús el pan, lo reconocieron. Quizá porque vieron las
marcas de los clavos en sus muñecas, y cayeron de repente en la cuenta. Entonces la fe
despierta, y el corazón es invitado a ver más allá de las apariencias. Jesús resucitado está allí,
iluminando la aventura de la vida futura, que se abre camino.
"Pero tan pronto como lo reconocieron, despareció de su vista". Porque el cristiano no ha sido
llamado a la vida contemplativa, como a los apóstoles no se les permitió plantar tiendas en el
monte de la transfiguración. Ahora comprenden lo que les sucedía cuando el extraño
acompañante les explicaba las Escrituras por el camino: les parecía que les ardía el corazón.

Siempre permanecerá en el misterio saber con precisión cómo llegaron esos dos caminantes
a este nuevo conocimiento de Jesús. Pero lo que sí sabemos es cuál fue su reacción después
de haber abierto los ojos a lo imposible. Los dos discípulos, olvidando su cansancio y que la
noche ya se había echado, se levantan y corren, locos de alegría, a comunicar la gran noticia
al resto de los discípulos. El descubrimiento les lleva necesariamente a compartir, a la
comunicación, al testimonio. Nada podía ser ya como antes.
Así que vuelven con sus hermanos. Su puesto está allí, en la edificación de la comunidad de
seguidores de Jesús, en el testimonio de lo que han descubierto. Saben ahora que el Maestro
ha resucitado, y quieren convencer al resto. ¡Y se encuentran con que la comunidad está
celebrando lo mismo que ellos!, porque Jesús se ha aparecido también a Pedro. ¡Qué lección
para las distintas denominaciones cristianas! Pensando que sólo unos disponen de la buena
noticia del verdadero Jesús resucitado, descubrimos que los otros también han disfrutado de
su aparición, y que celebran, con la misma alegría que nosotros, su presencia entre ellos.
Porque Jesús es un Maestro indómito, que no se deja encadenar por grupos o denominaciones.
Él quiere estar con todos y en todos. Y a todos se aparece, para alegría de todos.
Después de aquello, la suerte estaba echada. El futuro del cristianismo se había jugado al todo
o nada, aquella misma noche, y Jesús había ganado la partida. Desde aquel momento, la
incipiente comunidad cristiana desbordó de pasión por la comunicación del nuevo Reino de
Dios. Aquellos hombres y mujeres, antes temerosos, acobardados y desanimados, se
convirtieron en la semilla de lo que hoy disfrutamos y celebramos como cristianos. Ya no
echaban de menos el tiempo de la vida terrena de Jesús. En medio de las más duras
persecuciones (el libro de los Hechos de los Apóstoles está plagado de ellas), de los fracasos
y de los golpes, eran capaces de experimentar que el Señor estaba en medio de ellos, más
vivo que nunca.
Hoy, la historia puede repetirse. Sólo tendremos que estar dispuestos caminar un ratito al lado
de ese extraño personaje que se nos acerca y nos pregunta así, como quien no quiere la cosa,
“¿De qué estáis hablando, y por qué estáis tan tristes…?”.
De ahora en adelante, podremos encontrar al Maestro en nuestros caminos. Viaja de
incógnito. Es uno cualquiera, tiene el aspecto común de las personas comunes. Y nos espera
para una cita con lo imprevisible…

REFLEXIÓN Y ORACIÓN:
Hemos visto como se encontraron con Jesús los discípulos y hemos intentado entender
el significado de lo ocurrido.
Sin embargo, eso no es suficiente, porque Jesús en nuestro camino no es una idea que
haya que entender de forma puramente intelectual. No es suficiente porque Jesús no es
una idea, es una persona, que sigue ahí, en el camino, esperándote.
Y por esto, no es suficiente con intentar entenderlo, sino que hay que vivirlo. Ahora
tiene la oportunidad ideal para hacerlo. Tiempo por delante, silencio suficiente, la
tristeza por la muerte de Jesús en el cuerpo y la esperanza de su resurrección en el
corazón.
Deja que Jesús te acompañe y escúchale. Simplemente haz silencio en tu interior y
abre tu corazón. Puedes apoyarte en los textos, pero no olvides que lo importante está
ahí, en el camino, esperándote a ti personalmente.
• ¿Te has sentido identificado en algún momento con alguno de los personajes?
¿En qué momento?
• Métete en la situación, en el camino, en el que de repente, Jesús se hace el
encontradizo ¿se te ha hecho alguna vez Jesús el encontradizo? Quizás en un
primer momento no lo viviste así (como los discípulos) pero luego te diste
cuenta de que Jesús había pasado por tu vida de una forma especial.
• ¿Has sentido alguna vez esa cierta desesperanza y decepción de los discípulos?
Conecta con esa sensación de mundo gris, de que este mundo parece que no va
da para más… porque hoy a la noche lo imposible se hace posible. La Vida
vence a la muerte?

5. Oración final
Ha retumbado el grito del Hijo de Dios:
“Padre, ¿por qué me has abandonado?”,
y toda la tierra se ha estremecido.
Ya podemos callarnos,
como calla el Hijo en el silencio de la muerte.
Sobran las palabras y los comentarios.
Sólo es posible la espera.
Sólo la esperanza da fuerzas para vivir.
Hoy no podemos vivir de palabras.
Hoy sólo podemos vivir
esperando el fruto de la Palabra.
Danos silencio interior,
danos silencio de corazón,
para vivir esperando lo que Tú quieres.
Danos silencio, para entender
lo que no podremos entender jamás.
Danos silencio de corazón,
para que tu Espíritu remueva nuestro
Espíritu.
Danos silencio profundo,
para morir a tantas palabras vacías,
que son excusas,
como las del día de la primera caída.
Danos silencio, para caer en la cuenta
de lo que hemos hecho.
Danos, Señor, silencio, para que podamos vivir
la novedad que está detrás de la noche.

SÁBADO SANTO (POR LA MAÑANA):
AUSENCIA, VACÍO, SILENCIO, OSCURIDAD.


1.- Se acercaron a Jesús unos discípulos de Juan el Bautista y le preguntaron:
- Oye, nosotros y los discípulos de los fariseos hacemos ayunos frecuentes; en cambio tus discípulos, nada, ¿por qué? Jesús les contestó:
- ¿Pero es que se puede ayunar en una boda?¿pueden estar los invitados tristes mientras tienen al novio con ellos en la fiesta?. Ya llegará un día en que se llevarán al novio. Ese día nos les quedará más remedio que ayunar. (Mt 8, 14 y 15)

¿Qué te evoca este evangelio?.¿Boda? ¿qué boda es esa?. ¿Novio? quien es el novio? .¿Alegría? ¿por qué motivo?. ¿Invitados? ¿quiénes son? ¿quién los ha invitado?. “Ya llegará un día en que se quedarán sin el novio”. ¿Qué día es ese? ¿quién se lo lleva? ¿a dónde se lo llevan? ¿volverá algún día?. ¿Y la mujer sin marido? ¿qué dice la esposa?


2.- El Sábado Santo es el día de la gran ausencia (bajó a los infiernos) día de ayuno. (no hay comida eucarística, no hay misa), día del gran vacío (no hay asamblea), día del gran silencio. (cómo vamos a cantar ni hacer música si se han llevado al Novio).
 Ausencia, vacío, silencio, ayuno, oscuridad.
“¿Padre por qué me has abandonado?”.¡Silencio!. El Padre no responde:“Es como si me machacaran los huesos cuando mis enemigos me dicen: Dinos, ¿Dónde está tu Dios ahora?” (Salmo 42,10). Ausencia y silencio.

¿Qué sabes tú del silencio de Dios? ¿qué experiencia tienes tú de la ausencia de Dios? ¿has experimentado alguna vez el vacío: “no hay nada, ni Dios, ni sentido, ni racionalidad, ni virtud, ni amor, ni ética, ni lógica, ni horizonte, ni mérito, ni nobleza, ni indignidad, ni utilidad, ni…?

viernes, 10 de abril de 2020

Viernes Santo

VIERNES SANTO. 
JESÚS COMPARTE NUESTRO DOLOR 
Y EL DE NUESTRO PUEBLO 
“Ahora llega para mi siervo la hora del éxito; será exaltado, puesto en lo más alto. Así como muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano.” (Is. 52,13-14). El día Viernes Santo, Jesús inicia el desenlace del anuncio del Reino de su Padre. Lo ha estado anunciando a Israel, con signos y enseñanzas, lo ha asumido y experimentado por él y todos los que lo seguían y admiraban. Pero es en esta Pascua que el cumplimiento de la Antigua Alianza llega a su perfección en otra nueva, cuyo cordero pascual se prefigura en la imagen del siervo doliente descrita por el profeta Isaías. Israel ya está dividido entre los que creen en las palabras de Jesús y quienes padecen los inconvenientes de un Mesías servidor. Jesús ha experimentado toda su vida las bienaventuranzas, las ha vivido intensamente y la ha concretado en cada instante. Se ha hecho servidor y maestro de multitudes en nombre de su Padre, quien busca nuestro encuentro. Jesús ha pasado la Pascua con sus discípulos y ha compartido su vida en torno a la mesa, en la eucaristía. Pedro sabe que Jesús es el Mesías y, pese a su lucha interna, se ha dejado lavar los pies por su propio Señor. Tal vez, como Pedro, deberíamos comprender que es Dios quien viene y se acerca porque quiere nuestra felicidad, porque no es indiferente a nuestro destino. Jesús no hace gala de su condición de Dios, sino de su condición de hombre fiel al amor de su Padre, por eso, Jesús acoge al ignorante, al marginado, a las mujeres, a los niños, a todos los que no encuentran sentido a la vida... Jesús comparte nuestra vida y nuestra historia. Su proyecto ha sido reconciliarnos con su Padre. Ese es el camino de las bienaventuranzas: ser hijos de Dios. Ellas son un reflejo limpio de es ”ser hijos”; recorrerlas es una exigencia de nuestro ser para vivir hoy y comportarnos según esta identidad de Hijos que nos da la vida en el Espíritu. Jesús es el bienaventurado en quien tocamos al ser humano hecho a imagen y semejanza de su creador. Pero es nuestra mirada la distorsionada, son las miopías de quienes tienen a Jesús en frente y son incapaces de reconocer al mismo Hijo de Dios. Esas son también nuestras cegueras. Nuestra vida es cuesta arriba. No es fácil cargar nuestros errores, ignorancias, desesperanzas, y carencias, especialmente en la convivencia con el mundo. Por eso, ahora, al mirar a Jesús en su entrega sabemos que lo hace en libertad. Él es bueno, compasivo, misericordioso. En su intimidad, Jesús es incapaz de traicionar a su Padre o a sí mismo. Prefiere llevar su opción por el Reino hasta las últimas consecuencias, sin desdecirse de ninguno de sus días, porque eso significaría desdecirse de su Padre. El no es un fraude, ha venido a darnos vida y en abundancia. Sabe que la necesitamos, y está compartiendo la inquietud ante la violencia descomunal que impregna las estructuras sociales, económicas y políticas, que nuestra sociedad conoce bien. Muchas veces, aceptamos, reforzamos o repetimos este daño en el núcleo personal, familiar y hasta comunitario. Esta es una constante en nuestra vida y si miras bien verás que es Jesús quien la sobrelleva toda su vida: nace y cae sobre él la amenaza de muerte, crece como cualquier otro niño de Israel con un entorno represivo y doloroso, luego, trabaja, y además, descubre en carne propia la tentación de abandonarse a otras manos que no son las su Padre, por eso comprende a los heridos y maltratados de su tiempo, y goza intensamente con el arrepentimiento sincero. Jesús es hijo de Dios Altísimo, y ha escogido solidarizar con nosotros desde nuestras situaciones y conflictos y dejándose traspasar por la muerte. 2.


FELICES LOS QUE ENTREGAN SU VIDA POR LOS DEMÁS 
“Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que él soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas...” ( Is. 53,4-5) Jesús de Nazaret, el maestro compasivo, sonriente y veraz, encarna al hombre verdadero capaz de amar y ser amado, porque está en comunión con la fuente de la vida. Y aunque teme pasar por la muerte, en esta Pascua, asume la cruz y carga con nuestros dolores y rupturas existenciales: el pecado que afecta toda vida. Nuestra vida está torcida. No es precisamente una bienaventuranza. Seguir a Jesús es un asunto de confianza no acabada. Y sin embargo, el intento cotidiano, por imperceptible que parezca, parece causar una fiesta en el corazón de la Trinidad. Somos parte de un mundo dolido que se daña a sí mismo, sufrimos el mal que viene desde fuera, y aunque nos declaremos incapaces de perjudicar conscientemente a otros, somos también, impotentes de frenar absolutamente ese daño. De algún modo vivimos el antigénesis, aún en tiempos de resurrección se trata del contraste de la vida, asumida por Jesús en su Pascua. Es una paradoja que no se ajusta a la creación en su estado original: la ruptura con Dios; el volcarse sobre sí que, en definitiva, nos pone en conflicto con la naturaleza, el ser humano contra otro ser humano, y a la vez dividido enfrentándose a sí mismo. Tú podrás reconocer esto en tu vida, en tu familia, en la calle, en el trabajo, en la cafetería... En Jesús crucificado, en su grito desgarrador, estamos nosotros presentes. Él ha optado por un compromiso solidario con nosotros; él ha cargado con todo el daño, él ha entregado su cuerpo, su sangre y su vida por nosotros. Mira a tu alrededor... verás a Jesús crucificado en todo el que sufre y busca apoyo, y más aún, en aquel que ya no tiene esperanza. La diferencia entre Jesús y nosotros es que él es inocente, pero lamentablemente, no podemos decir lo mismo de nuestra historia, porque consciente o inconscientemente somos cómplices de las injusticias, de la miseria, de la desesperanza, de todo lo que ensombrece la creación y su máxima expresión: el ser humano. Somos todos y cada uno capaces de engendrar el desamor. Pero Jesucristo no está crucificado para dejarnos en el reino de nuestras propias sombras. Desde la cruz brota vida nueva y bienaventurada. Amar en todo y siempre es la consigna que nos une a Jesús: amarnos a nosotros mismos, a nuestras familias, a los amigos y enemigos, a los encarcelados, a los enfermos, a los débiles, a los abandonados, a nuestra sociedad tal como es aceptando las cosas como son, para transfigurarlas desde el amor. Necesitamos amar como ama Jesucristo al mundo, amar en su estilo constructivo, irreductible al puro sentimiento, comprometido, solidario, tierno, audaz, liberador, alegre, concreto, definitivo. Jesús en la cruz está reflejándonos la imagen del mundo que se construye sin Dios, sin amor y que nosotros conocemos por experiencia propia. Pero la muerte no es la última palabra. En este Viernes Santo, escucha a Jesús crucificado, míralo; Él no se ausenta de los conflictos ni huye de la muerte. Por el contrario, nos convoca a amar contra toda incapacidad humana que no ama, a esperar contra toda esperanza. Porque no hay amor más grande que dar la vida, y el amor es más fuerte. No renuncies a esta opción; tomar tu cruz como él lo ha hecho, y avancemos, en el Espíritu Santo, hacia el corazón del Padre, que ya ha salido a nuestro encuentro. Pautas para la oración personal. 1. Haz silencio exterior e interior. Centra tu corazón. Ponte en presencia de Dios. Toma conciencia de que Dios está presente y te quiere hablar al corazón... 2. Puedes leer el texto de Isaías 52, 13-53,12 . Léelo con tranquilidad, dejándote invadir por sus palabras. La oración es siempre fuente de vida, por eso, deja que nazcan en ti los deseos de mirar tu vida, de mirar la vida de Jesús, pídele al Señor que puedas ver con sus ojos tu historia. 3. Quédate ante Jesús crucificado. Habla con él. Contémplalo y busca conocerlo mejor. Entrar en su misteriosa forma de amar. 4. Pídele que te lleve a reconocer tus rupturas personales, familiares. 5. Mira a tu alrededor, observa a los que sufren, y en tu oración pide para conocer cual es tu participación en el pecado social que destruye o impide crecer como hijos de Dios. 6. Pídele que también te enseñe a seguirlo, a amar a los demás con la libertad y generosidad que él tiene, para poder cargar con tu propia cruz. 7. Agradece a Jesús su entrega. Agradece y deja que nazca en tu corazón una forma concreta de dar las gracias. Cuando esto ocurra, comprométete, porque Jesús asegura que no hay mayor felicidad que la de servir. 8. Termina orando con el texto “Queremos acompañar tu sufrimiento”.

 LECTURA (Is 52, 13 – 53, 12)
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿a quién se reveló el brazo del Señor?. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino?. Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores. Pauta para el trabajo en grupo 1. Compartimos brevemente lo más importante vivido en la oración personal. 2. ¿Cuál es nuestra experiencia comunitaria con Jesús crucificado? 3. ¿ Cómo nos hemos ayudado unos a otros para cargar nuestras cruces? 4. ¿Qué dificultades o limitaciones tenemos para encontrar en el hermano que sufre, a Jesús crucificado? 5. ¿Cómo acompañamos en nuestra vida personal y comunitaria a Jesús en la cruz? 6. ¿De qué modo agradecemos su sacrificio y en qué se nos nota como comunidad que somos verdaderos hijos de Dios?