El día 6 de enero, en misa de 12,30, celebramos la epifanía.
Mechor nos dijo que a pesar de la pandemia han venido a la parroquia del Padre Nuestro a adorar al Niño Jesús. Le ha dejado un cofre con oro invitándonos a compartir con los demás lo que tenemos.
Vienen todos los años desde muy lejos por encargo de Jesús. Y traen regalos a los niños que poseen y a los que no poseen, para que todos vean la felicidad que se tiene repartiendo, que hay más alegría en dar que en recibir. Quedan con la interrogante de si en Europa seremos capaces de compartir las vacunas que tenemos contra la Covid 19, y así lleguen a todos los rincones del mundo.
Venir a estas tierras les llena de alegría por que no padecemos calamidades climáticas ni terremotos. No hemos conocido la guerra, como en Siria o Yemen, Dios quiera que nunca la conozcáis. No os faltan alimentos ni medicamentos, educación, iglesias. Y os pregunto: ¿Dais gracias a Dios por tantas cosas buenas, venis a misa con un corazón agradecido? ¿Pedís a Dios un carazón sensible para trabajar por un mundo justo?
El Incienso que traigo al quemarse hace una nube que si¡ube y sube. Representa a la oración. Lo deja junto al niño para que nos acordemos de que nuestras oraciones de agradecimiento suben hasta Dios.
Así como nos pedís juguetes, nosotros tenemos que pediros algo: quiero pediros a todos, niños y mayores, que tengáis las puertas y el corazón abiertos a los migrantes que llegan a Europa, muchos tienen el color del rey Baltasar. Recibid al extranjero como me recibís a mí. Trae mirra, que tiene un gusto amargo, como el desprecio, el olvido o el abuso que sufren muchos inmigrantes. El niño Jesús conoce este sabor amargo. Al ofrecérsela le pido que os ayude a acoger a los que vienen de fuera, el que acoge al emigrante, está acogiendo a Jesús.
Finalizada la Eucaristía, los reyes adoraron al niño y volvieron a su tierra.
A los niños presentes en el acto se les obsequió con una bolsa de chuches.
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