La Carta Fratelli Tutti se apoya en la parábola del Buen Samaritano.
Los personajes:
Los salteadores. Se sirven de la multitud que mira a otro lado.
Los viajeros que pasan de largo. Curiosamente son personas religiosas y miran a otro lado ante el necesitado. Piensan que creer en Dios no significa vivir como a Él le agrada.
El samaritano: pierde su tiempo, algo que nos suele molestar. No nos salvamos solos, el samaritano crea un vínculo al involucrar al posadero. Hemos de damos cuenta que todos somos prójimo.
El Papa resalta que han aparecido conflictos anacrónicos, nacionalismos resentidos y agresivos. El bien, el amor, no se consigue de una vez para siempre, han de conquistarse cada día.
Cuidemos el mundo que nos rodea, para pasarlo no solo a nuestros hijos sino hasta nuestros biznietos.
El Papa reconoce el derecho a no emigrar, a encontrar en cada país los medios para una vida con dignidad. Cuenta dos historias, una en África donde la Unión Europea pagó dos veces una línea eléctrica, que no se puso y el dinero fue al bolsillo de los dirigentes. Otra en Europa, de donde no salió el dinero destinado a ser invertido en otro país de África.
La doctrina Social de la Iglesia aboga por un órgano supranacional que asegure que la ayuda al desarrollo enviada desde los países desarrollados llega a su destino
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