JUEVES SANTO: JESÚS, AMIGO SIEMPRE FIEL
TESTIMONIO DE PEDRO ARRUPE (PRÉPOSITO GENERAL QUE FUE DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS)
Eucaristía, presencia real de Cristo, de mi Señor, de mi gran jefe, pero al mismo tiempo, presencia de mi amigo, mi íntimo, mi confidente. Lo que hacemos, lo hacemos los dos: él me comunica internamente sus planes, sus deseos; a mí me toca colaborar con él en la realización externa. Este obrar juntos nos exige una unión de corazones completa, una identificación absoluta, ¡Siempre con él! ¡Y él nunca se apartará! Yo no me separaré nunca de él. Pero la raíz está en ese “amor de amistad». ¡Qué alegría; qué felicidad tan inmensas! ¡Yo siempre con él! ¡Siempre colgado de sus labios y sus deseos! ¡Qué vida tan feliz! ¡Gracias Dios mío! ¡Aquí me tienes, Señor! Ese amor personal entre Jesucristo y yo tiene un carácter de exclusividad o de unicidad muy importante. Es especial, es único. Al fin y al cabo, El es lo único definitivo. Lo único que queda es Jesucristo. La relación estrecha con colaboradores, el aprecio mutuo con personas que te han ayudado y hasta las amistades sinceras quedan más tarde o más pronto como algo contingente (hoy sí, mañana ya no), limitado, temporal, variable. Lo único que queda siempre y en todo lugar, que me ha de orientar y sostener siempre, aun en las circunstancias más difíciles y en las incomprensiones más dolorosas, es siempre el amor del único amigo, que es Jesucristo. Esto no quita nada a las demás amistades, a las relaciones verdaderamente caritativas con otras personas. La vida es así, los hombres somos así, limitados, las contingencias son tales que solamente se puede contar siempre y en todas circunstancias con Jesucristo. Jesús es mi verdadero, perfecto, perpetuo amigo. A él me debo entregar y de él he de recibir su amistad, su apoyo, su dirección. Pero también su intimidad, el descanso, la conversación, la consulta, el desahogo…; el lugar es ante el sagrario: Jesucristo nunca me puede dejar. Yo siempre con él. Señor; que yo no te deje y no permitas que me separe de ti.
ORACIÓN Cuando sienta que la fe me resulta extraña. No dejes que me aparte de ti. Cuando sienta el miedo a una mayor entrega. No dejes que me aparte de ti. Cuando me parezca inútil aspirar a un amor perfecto. No dejes que me aparte de ti. Cuando sienta el cansancio en el seguimiento. No dejes que me aparte de ti. Cuando la indiferencia amenace con atraparme. No dejes que me aparte de ti. Cuando la duda me apriete. No dejes que me aparte de ti. Cuando me veas titubear. No dejes que me aparte de ti. Cuando, avergonzado, me sienta indigno de presentarme ante ti. No dejes que… Cuando mis hermanos en la fe no me quieran. No dejes que me aparte de ti En la tentación. No dejes que me aparte de ti. Sabemos que Jesús está dándose en la Eucaristía, en medio de nosotros, a Él nos podríamos dirigir también orando con el soneto de Lope de Vega: ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿qué interés se te sigue, Jesús mío..?. Deja que Jesús lave tus pies, déjate mirar y amar por Él para que tu también puedas mirar y amar así al prójimo.
roto y compartido.
Vives en la copa
redonda de vino.
Banquete de pobres.
Botín de mendigos.
Compañero fiel,
amigo entre amigos.
Vestido de vientos
y sol de domingo,
moreno de viñas,
y hermoso de trigos.
Muerto por los hombres
y en los hombres vivo.
Cuando nos juntamos
te abrimos caminos
y vienes y pasas
alegre y activo
por todas las cosas
por todos los sitios.
Cantamos tu muerte:
el definitivo
triunfo de la vida
por mundos y siglos.
Cantamos la muerte
fatal del destino.
Cantamos la fiesta
final del sentido.
Vives en el pan
roto y compartido.
Vives en la copa
redonda de vino. (V.M.A.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario