sábado, 11 de abril de 2020

VIGILIA PASCUAL



VIGILIA PASCUAL:
¡QUÉ NOCHE TAN DICHOSA!


















¡Aleluya!. Hoy este luminoso grito rompe la densa oscuridad de toda noche en todo tiempo y lugar a lo largo de la historia de la humanidad! ¡Celebramos hoy la Noche Santa! ¡La noche gozosa y festiva de la Pascua!. Durante cuarenta días nos hemos estado preparando para esta noche de gloria.
            
             Desde nuestras casas, como Iglesia que peregrina entre todas las naciones del mundo, los cristianos nos vamos a unir antes de medianoche, temblando de alegría y de emoción, para celebrar el gran acontecimiento salvador: ¡la Resurrección de Jesucristo!.
Queremos participar con Jesucristo en su paso de la muerte a la vida, para hacer realidad en nuestras vidas la Pascua del Señor: morir y resucitar con él.
            ¡Qué felicidad tan grande! ¡que noche tan dichosa! ¡qué inmensa suerte! ¡Cristo el Señor va a pasar entre nosotros glorioso y resucitado contagiando y compartiendo su nueva Vida! ¡CRISTO VIVE, HA RESUCITADO!
    
EL PREGÓN PASCUAL.

El pregón es una mezcla de bendición y alabanza al Cirio Pascual, de anuncio de la Pascua y de proclamación del acontecimiento salvador de la Resurrección de Jesucristo.  Podemos orar con el para preparar la celebración de la Vigilia Pascual…


Exulten por fin los coros de los ángeles.
Exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra inundada de tanta claridad,
y que radiante con el fulgor del rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene en este templo con las aclamaciones del pueblo.
En verdad es justo y necesario aclamar
con nuestras voces y con todo el
afecto del corazón a Dios invisible,
el Padre todopoderoso, y a su único Hijo,
nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su sangre,
canceló el recibo del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Ésta es la noche en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo,
son restituidos a la gracia y son
agregados a los santos.
Ésta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del sepulcro.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó
de entre los muertos.
Ésta es la noche de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
La noche iluminada por mí gozo.»
Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados,
lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes, expulsa el odio,
trae la concordia, doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia, acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza,
que la santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla,
porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Qué noche tan dichosa en que se une
el cielo con la tierra, lo humano y lo divino!
Te rogarnos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre, arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo,
tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.
Amén.






Queremos hoy mas que nunca felicitar de corazón a todas vuestras familias y a toda la comunidad cristiana de la Parroquia Padre Nuestro: En el nombre del Señor resucitado: PAZKO ZORIONTSUA! ¡FELIZ PASCUA! ¡ALELUYA, ALELUYA!. Vuestros presbíteros y amigos:

Antonio y José Manuel

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